lunes, 16 de enero de 2012

EL AJEDREZ DE LA VIDA


Desde que leí "La Tabla de Flandes" ya no pude parar de leer a Arturo Perez Reverte. Y es que sus novelas no sólo me resultaban entretenidas sino que contenían una MIRADA de la vida que intuía tenía bastante en común con la mía. Sin embargo, nunca pude precisar del todo por donde pasaba esa comunidad.
Lo entendí por completo cuando leí ayer una columna suya titulada "Sobre niños, vida y ajedrez", donde sostiene:
"... crecí entre libros, marinos y ajedrecistas, y mis primeros recuerdos están unidos a la imagen de mi padre y sus amigos inclinados sobre un tablero, entre humo de cigarros y pipas. Me acerqué a ese juego desde muy niño, incluso antes de comprenderlo, intuyendo en él claves útiles sobre los misterios insondables o estremecedores de la vida. Después, los cuadros blancos y negros, las piezas en sus escaques, me ayudaron a entender mejor el mundo por donde eché a andar temprano, mochila al hombro. Gracias al ajedrez, o a los perfectos símbolos que lo inspiran -repito que soy jugador mediocre, a menudo torpe-, encajé de modo razonable el miedo al aguzado alfil, el horror de la torre devastadora, la soledad del peón aislado en su casilla, los cuadros blancos, negros, fundidos en grises, de la turbia condición humana. Y mientras estuve -todos estamos alguna vez, tarde o temprano- en el vientre del caballo de madera esperando mi turno para degollar troyanos dormidos, y luego, cuando al regreso con sangre en las uñas la vida me despobló el cielo de dioses, el ajedrez me dio respuestas, consuelo, sosiego y media docena de certezas útiles con las que ahora envejezco, leo, navego y escribo novelas. Otros van a la iglesia, y yo voy al ajedrez. De puntillas, con humildad y respeto, a ver oficiar los misterios de la vida"

Y es que sacando a los marinos y las pipas, se parece demasiado a mis primeros recuerdos y desafíos. Y, por supuesto, a mi forma de ver la vida.
Ocurre que mi viejo fue, y aun lo es, ajedrecista de los buenos: siempre colado entre los mejores de la provincia y con algunos logros representando a Tucumán a nivel nacional. A sus más de 70 años todavía compite en los torneos Evita y se encargó de ganar en los años 2010 y 2011 en Mar del Plata representando al equipo de Tucumán, lo cual lo mantiene alegre y ocurrente.


Cuento todo esto porque tengo un hijo de 6 años y no es fácil meter en el mundo del ajedrez a los chicos de hoy. Recuerdo que cuando Diego Gvirtz estuvo en Tucumán y charlábamos de nuestros hijos de edades comunes, teníamos el mismo desafío: RESISTIR a la PlayStation el máximo de tiempo posible para que pudieran disfrutar de juegos como el fútbol y el ajedrez.
Lo dice clarito Perez Reverte: "... pocos juegos son tan atractivos para un niño como ese lidiar precoz dotado de reglas de cortesía y comportamiento; ese juego divertido, agresivo y elegante al mismo tiempo, que enseña a pensar con razón y lógica a cualquiera que lo practique"
Durante el año pasado el abuelo se encargó de enseñarle al nieto y hacerle picar el bichito. 
Y ayer tuve la mayor alegría del 2012: mi viejo se dejó ganar por mi hijo para que este viniera corriendo a decirme con su mayor cara de felicidad: _ Papá! Le gané al campeón de Mar del Plata y me regaló la medalla!
La resistencia había valido la pena. 

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