miércoles, 4 de enero de 2012

VOLVER A CREER EN LAS PALABRAS


Impresionante. Terrible post de Lucas Carrasco dedicado a Hank Soriano.
No debe faltar tanto, supongo, para que varias editoriales se aviven que Lucas es un escritor de la puta madre.
A Roberto Arlt (que me encanta) lo subieron oportunamente a un pedestal porteño por bastante menos.
Les dejo un fragmento:

"A veces, también se me ocurre, bueno, se me ocurren tantas cosas, pero, a veces, pienso que esa narrativa que se aloja en los hoteles de la culpa, en esos hoteluchos que tenemos dentro del alma, como al costado de la larga ruta nocturna en donde transcurrimos la vida, que en esos hoteles quedan cosas, guardadas, olvidadas, y se apaga, en la ventana del hotel, la luz a la distancia. Y sin embargo. Siguen ahí. En la oscuridad. Haciendo vaya uno a saber qué, pero siguen ahí. A veces se me ocurre que esa narrativa es falsa, que me poblé, como la panamericana, de hoteles de cuarta, de cuartos de culpa, y que en realidad el trayecto estuvo empujado, conducido por fuerzas que ni ahora logro entender. Y que no fui yo el que jodía, sino que me jodieron. Me tomaron el pelo. Que los signos, la balaustrada en la cabeza, de la edad, marcan esas marcas, como juegos de palabras, solamente, me da mucha desesperanza ya no confiar en las palabras. Necesito volver a herirme para retomar la confianza en las palabras. ¿O no son, acaso, las palabras las que hieren? Un te quiero a la hora del té, un te amo dicho en la brisa, un adiós en la terraza, un lamento de querer dejar de recordar garantiza la fuerza inconmensurable del lamento y qué carajo es en el fondo pero también en la superficie el recuerdo que se quiere olvidar sino una pila de palabras dichas o hartamente dichas en el lugar correcto y en el preciso momento donde los tribunales de todo el mundo van a juzgar delitos y pasar por el filtro de la indiferencia las palabras dichas que tanto me duele, Pájaro azul. Volverse a herir. Saberse uno provocador de esas heridas que van, con los años, haciéndote duro, haciéndote calvo, haciéndote un poco pelotudo. 
Me cansa mi demagogia, mi histeria, mi falta de precisión. Mi incapacidad para definir las palabras. Los juegos que hago. Lo que me harto. Volver a herirse para recordar que lo que más nos hiere son las palabras. Y volver, así, a creer en las palabras"

Vayan y lean completo el texto. No tiene desperdicio. 

3 comentarios:

La Guardia del Sur dijo...

Muy interesante! Un saludo. la Guardia del Sur.

http://laguardiadelsur.blogspot.com

Anónimo dijo...

La parte mas deprimente, para quien tuvo la suerte de estudiar en profundidad, toda la importasncia de la palabra, es ver que hoy: es totalmente despreciada ! Pues, aparte de colocar sin nunguna verguenza, en el medio del discurso, palabras de bajisimo nivel..., se abusa del discurso vacio, que no llama mas la atencion mayormente..., dado lo tambien vacio del cerebro y espiritu, de la mayoria de los oyentes !
No existe mas, la sed del saber !
No hay mas, el deseo de enterarse, de aprender, de quien sabe mas !
Apenas, existe el deseo de oir, lo que se quiere escuchar: chismes, descreditos de terceros ausentes, estribillos de guerra y sangre !
El significativo aumento de los demagogos-populistas, es la prueba mas acabada de este fenomeno, llamado comunmente, de decadencia !

ram dijo...

Una preguntita, mister anónimo, lo suyo, qué es?, excelencia o decadencia de la pavada?.
¿No se aburre?, dice que no hay más "sed de saber", pero en ninguna parte presenta alguna evidencia de que usted tenga esa "sed"... ¿o repetir slogans tan huecos como caducos es "saber"? - Si ni siquiera "sabe" manejar bien el idioma. ¿No ve su redacción, su ortografía?
No pierda el tiempo, usted y sus "argumentos" son la mejor propaganda, para darle la razón a estos tiempos.
Nunca ningún compendio de tonterías solemnes va a tener la contundencia de los cambios reales, aunque sean mínimos esos cambios, que no lo son.
¿Quiere una sola prueba de esa contundencia?. La total ridiculez de lo que usted "aporta", en otras épocas zafaba, ya no más; un poco de risa, algo de vergüenza ajena y una pizca de pena. Es peor que mediocre, es ínfimo. Y sin vuelta.