"... Se privilegia cantidad sobre calidad, y la ausencia de profesionalismo de esas fuerzas generalmente termina teniendo nula o escasa influencia sobre la inseguridad ciudadana. Peor aún: generalmente ese incremento de cantidad de efectivos va de la mano con sueldos bajos, dejando el campo libre no sólo a futuros planteos salariales sino también a las "tentaciones" de corrupción, muchas veces institucionalizadas en determinados "nichos".
Salvo contadas excepciones, ese panorama en las fuerzas de seguridad es padecido hoy por casi todos los presidentes y gobernadores de américa latina.
Y configura, creo, una bomba de tiempo. Alguna vez Luis D'elia señaló en los estudios de TN: "el grupo Clarín es la pistola en la cabeza de la democracia argentina". Y era cierto. Pero no dejaba de ser una "metáfora" porque, que yo sepa, ni Bonelli ni Lanata andan con pistolas por la calle. No es necesario que abunde acerca de dónde están las pistolas...
Y la prefectura es el "kinder garden" al lado de la bonaerense, por ejemplo.
Alguna vez, me parece, habrá que privilegiar la profesionalización de las fuerzas de seguridad por sobre el tradicional criterio cuantitativo que, además de demostrar su ineficacia, deja a disposición una mano de obra que siempre estará predispuesta a las intentonas desestabilizadoras de gobiernos populares"
Se veía venir y así lo dije en su momento: las policías provinciales eran una bomba de tiempo. Durante ayer y hoy esa bomba estalló en Tucumán en un diciembre de 2013 con un caldo de cultivo adecuado: por un lado, sueldos que, por la inflación, perdieron algo de su poder adquisitivo y se adelantaron las paritarias antes de las fiestas de fin de año; por otro lado, amplios bolsones de la población que si bien no padece hambre (por ingresos bajos, asignación por hijo, planes y changas) están totalmente ajenos al consumo del que disfrutó estos años la clase media. Para decirlo como el tango: tienen la ñata contra el vidrio del consumo.
Lo que se vio en Tucumán estos días fue una perfecta mezcla entre delincuentes oportunistas y excluidos del consumo que vinieron a decir acá estamos (no es una deducción: así lo gritaban amenazantes revoleando sus remeras en las caravanas de motitos).
Y actuaron en banda, acicateados por sectores policiales en conflicto, guiados por delincuentes y con la mano de obra de los excluidos del consumo.
Y se rompió el tejido social. Costará mucho tiempo reconstruir los lazos de solidaridad en Tucumán.
Y emergieron dos tipos de liderazgo. Los más peligrosos: el que organiza los saqueos en las villas, por un lado, y los que quieren salir a matar negritos en el otro costado. En el medio: casi nada. Eso da una idea de lo complicado que será articular un discurso de ahora en más para las capas medias y sectores laburantes.
Una buena: la gente, de manera unánime, está muy pero muy caliente con la policía. En Tucumán comenzaron a salir a las calles algunos móviles hace unos minutos para levantar las barricadas y las gente los putea de arriba a abajo. Habrá que aprovechar ese clima para tomar todas las medidas disciplinarias necesarias y encarar una definitiva reforma nacional de estas fuerzas antidemocráticas y que tienen más lazos con el delito que éxitos en la lucha contra la inseguridad.
Hace unos minutos bajé a charlar con mis vecinos de Villa Luján: los hay armados, los hay cagados de miedo, los hay histéricos y los hay racionales y con temple. Como en todas las situaciones límites, supongo. Pero también hay al menos cinco barricadas en un lapso de dos cuadras, armadas sin ningún criterio ni ninguna lógica: que no sólo impiden llegar a cualquiera sino que impiden salir. No hay líderes: sólo hay acciones generadas por la espontaneidad del miedo:
La sedición terminará de una u otra forma. Lo que no puede faltar es MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.