martes, 13 de octubre de 2015

LA ECONOMÍA QUE VIENE: PUNTO DE PARTIDA Y DESAFÍOS

 
 
Les dejo dos muy buenas notas del suplemento económico del diario Página 12 que ponen en perspectiva desde donde arrancará la economía Argentina el año 2016 y los caminos que deberían seguirse:
 
1) El peso de la deuda:
 
“Cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada.” Esta frase que podría ser leída como una máxima económica responde a una estrofa de la canción “Los Dinosaurios”, de Charly García. La política de desendeudamiento en términos de su peso sobre los ingresos marcará la diferencia en los próximos años en los que habrá menor liquidez global y permitirá un grado de acción en materia de política económica como pocas veces tuvo la Argentina.
A menudo se confunde –o se busca confundir– iliquidez con insolvencia, dos categorías económicas distintas. La Argentina tiene actualmente problemas de liquidez debido a la falta de divisas, pero es solvente, detenta uno de los menores ratios de deuda del mundo. No obstante, las exclamaciones acerca de una pesada herencia que dejaría la actual administración en diciembre se convirtieron en una constante en estos días de campaña. Estas afirmaciones suelen ir acompañadas por extractos de informes de bancos de inversión y de organismos internacionales, como el Fondo Monetario, con el objetivo de justificar la intención de llevar a cabo ajustes el año próximo, como ya implementan otros países de la región.
Cash utiliza esas mismas fuentes que cita el establishment para explicar cómo la situación del país es mucho más holgada que en otros años y de otras economías emergentes, y se encuentra mejor preparada que encarar los efectos de una eventual suba en la tasa de interés por parte de la Reserva Federal.
Tras la cancelación final del Boden 15 por 5900 millones de dólares, el peso de la deuda sobre los principales índices económicos se ubicó en sus mínimos históricos. De acuerdo con datos de Economía, la deuda pública en porcentaje del PIB se redujo entre 2003 y la actualidad de 166 a 42,8 por ciento, mientras que en moneda extranjera la retracción fue de 75,5 a 7,3 por ciento. Los servicios de deuda (intereses y capital) pasó de representar el 12 por ciento del PIB a un 1,9 por ciento, además de un cambio significativo en la composición con menor peso de títulos nominados en moneda extranjera"
2) El desafío del desarrollo:
"El punto de partida es que el desarrollo ocupa hoy el centro del debate por la fuerza de los hechos. A grandes rasgos la economía creció en el período 2003-2011 y se frenó desde entonces. Como en el camino la estructura productiva no se transformó, las importaciones crecieron más rápido que las exportaciones y reapareció la escasez relativa de dólares. Por más que se tomaron medidas para sostener la demanda, las que evitaron que se caiga en una recesión frente al cambio del escenario internacional, el crecimiento no pudo reanudarse. En consecuencia, el período deja dos conclusiones potentes. La experiencia de crecimiento 2003-2011 enseña que por más que se crezca de manera sostenida, el crecimiento por sí sólo no garantiza la transformación de la estructura productiva. Y el período 2011-2015 enseña que sostener la demanda no alcanza para asegurar el crecimiento. Dicho de otra manera, por más que sea una condición necesaria, crecimiento no es desarrollo e impulso de la demanda no siempre es crecimiento. Por ello la necesidad de avanzar a una etapa superior.
Llegado este punto y frente al cambio de gobierno aparece al interior del Frente para la Victoria un nuevo debate sobre cómo sigue el desarrollo. Miguel Bein, uno de los principales asesores económicos de Daniel Scioli, dijo en un reportaje a este diario que empujar exclusivamente por el lado de la demanda se agotó y que “hace falta una nueva agenda”. Esa agenda supone trabajar sobre la oferta, pero no en el sentido de la ortodoxia neoliberal, sino en el del plan presentado por la fundación DAR, es decir con un Estado planificador conduciendo la transformación de la estructura productiva, definiendo sectores, eligiendo actores, determinando eslabonamientos intersectoriales y aportando a su financiamiento. A pesar del énfasis de algunos de sus integrantes, la del sciolismo no es una agenda financiera que se limite a pensar en normalizar el frente externo para conseguir los dólares necesarios para financiar la transición. La propuesta es mantener la “demanda pujante”, pero a la vez trabajar sobre “la reestructuración de la oferta”. Dicho de otra manera, no existe una cosa tal como una “sustitución de importaciones conducida por la demanda”, la demanda por sí sola no conduce. No lo hace en Argentina ni lo hizo en los procesos de desarrollo de ningún país"
 

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