domingo, 27 de enero de 2013

LA CIA, SPIELBERG Y TARANTINO


Pude ver a lo largo de este mes casi todas las películas candidatas a los premios Oscar. No es un tema  sobre el que escriba tradicionalmente en este blog, pero el fuerte contenido político de varias de ellas así lo amedita.
Entre las más "políticas" ubicamos a cuatro películas: en 2 de ellas aparece un enemigo idéntico: el "eje del mal" de George Bush, que en la película "Argo" narra la toma de la embajada yanqui en Irán a la caída del Sha y la posterior crisis de los rehenes, por un lado, y en "La noche más oscura" la búsqueda y asesinato de Osama Bin Laden por la CIA.
De manera innegable, ambas están bien narradas, con el clásico profesionalismo del cine norteamericano de entretenimiento; no obstante ello, no pasan de ser folletos propagandísticos de la CIA, que en el caso de "La noche más oscura" tiene un ingrediente perverso adicional: la justificación de la tortura en el combate del "terrorismo".
De allí que resulten mucho más interesantes otras dos películas que eligen el eje temático de la esclavitud en EEUU: "Lincoln" de Steven Spielberg y "Django" de Quentin Tarantino.
En "Lincoln", Spilberg hace al menos el esfuerzo de construir un Lincoln que se salga de las páginas de los manuales escolares y de sus clásicas películas moralistas sin ambiguedades ni riesgos artísticos. Eso explica que declarara al diario El País: "Lincoln es mi película más europea".
Y es que Spielberg coloca a Lincoln en el fárrago de la política concreta, ubicándolo como un pragmático que no vacila en salir a comprar votos para lograr sus objetivos. Hasta allí llega la "audacia" de Spielberg, que aún ni queriéndolo logra despegar de su "cine de estampita" y bajada de línea políticamente correcta. Por eso nunca será un director de culto. Sin embargo, en el caso de Lincoln, su película termina cometiendo un pecado inusual en él: se torna aburrida.


Y desperdicia una gran oportunidad. Spielberg no se atreve a salirse de la historia oficial norteamericana  sobre el Lincoln hombre y político. Y se entiende: el Lincoln real tuvo aventuras homosexuales y utilizaba argumentos marxistas contra la esclavitud. ¿No me creen?
Miren lo que decía el mismísimo diario Clarín allá por el año 2005:
"Las sospechas sobre el vínculo entre Lincoln y Joshua Speed, su amigo de la juventud, estuvieron presentes en las páginas de varios de sus biógrafos, desde el libro de Carl Sandburg (1926) —que la describía como "una relación de puntos suaves como violetas de mayo"— en adelante.
Que los muchachos compartieron cama en Springfield, Illinois, está probado. Que lo hicieron a partir de 1837 y por ¡cuatro años!, también. Lo mismo ocurre con las cartas en las que ambos intercambiaron temores y consejos (y pánico) cuando Speed se trasladó a otra ciudad para casarse. Pero ahora, todo ese material —y más— aparece desplegado en un ensayo escrito por Clarence A. Tripp, famoso sexólogo que colaboró con el no menos famoso Informe Kinsey sobre el comportamiento sexual, que tanta urticaria provocó entre los norteamericanos en los 40"

En cuanto a las simpatías de Lincoln por las ideas socialistas, señala Vicenç Navarro, Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Policy Studies and Public Policy. The Johns Hopkins University:
"Lincoln, ya cuando era miembro de la Cámara Legislativa de su Estado de Illinois, simpatizó claramente con las demandas socialistas del movimiento obrero, no sólo de EEUU, sino también mundial. En realidad, Lincoln consideraba como un Derecho Humano, el derecho del mundo del trabajo a controlar el producto de su trabajo, postura claramente revolucionaria en aquel periodo (y que continúa siéndolo hoy), y que ni la película ni la cultura dominante en EEUU recuerda o conoce, convenientemente olvidada en los aparatos ideológicos del establishment estadounidense controlados por la Corporate Class. En realidad, Lincoln consideró que la esclavitud era el dominio máximo del capital sobre el mundo del trabajo y su oposición a las estructuras de poder de los Estados sureños se debía precisamente a que percibía estas estructuras como sustentadoras de un régimen económico basado en la explotación absoluta del mundo del trabajo. De ahí que viera la abolición de la esclavitud como la liberación no sólo de la población negra sino de todo el mundo del trabajo, beneficiando también a la clase trabajadora blanca, cuyo racismo él veía que iba en contra de sus propios intereses. Lincoln también indicó que “el mundo del trabajo antecede al capital. El capital es el fruto del trabajo, y no hubiera existido sin el mundo del trabajo, que lo creó. El mundo del trabajo es superior al mundo del capital y merece la mayor consideración (…) En la situación actual el capital tiene todo el poder y hay que revertir este desequilibrio”. Lectores de los escritos de Karl Marx, contemporáneo de Abraham Lincoln, recordarán que algunas de estas frases eran muy semejantes a las utilizadas por tal analista del capitalismo en su análisis de la relación capital/trabajo bajo tal sistema económico.
Le sorprenderá a gran número de lectores saber que los escritos de Karl Marx influenciaron a Abraham Lincoln, tal como documenta en gran detalle John Nichols en su excelente artículo  “Reading Karl Marx with Abraham Lincoln Utopian socialists, German communists and other republicans” publicado enPolitical Affairs (27/11/12), y del cual extraigo las citas así como la mayoría de datos publicados en este artículo. Los escritos de Karl Marx eran conocidos entre los grupos de intelectuales que estaban profundamente insatisfechos con la situación política y económica de EEUU, como era el caso de Lincoln. Karl Marx escribía regularmente en The New York Tribune, el rotativo intelectual más influente en Estados Unidos en aquel periodo. Su director Horace Greeley se consideraba un socialista y un gran admirador de Karl Marx, al cual invitó a ser columnista de tal diario"


Todas esas omisiones históricas de Spielberg lo muestran como lo que es: un director conservador, que nunca asume riesgos y que, justamente por ello, no logra provocar intelectualmente a nadie con sus películas.

Pero por suerte existe Quentin Tarantino, su "Django" no tiene desperdicio: nos hace disfrutar por casi tres horas de una historia cruda, violenta y con mucho humor, provocadora y llena de riesgos, ironías y ambiguedades, actuaciones memorables y un homenaje al mejor western spaghetti de Sergio Leone que me fascinó. Todo aderezado por la música de un clásico en estos filmes: un Ennio Morricone a la altura de las circunstancias.


En su artículo para Esquire titulado “Por qué Django sin cadenas es mejor que Lincoln”, Stephen Marche sostiene: “Si uno ve Lincoln cree que la esclavitud era un asunto de debate y política, que era una cuestión legal y que la gente blanca solo debía corregir su error de considerar a otras personas como su propiedad. Django necesita ser física: para una película sobre la época más sangrienta de la historia, a Lincoln le falta sangre. Tarantino necesita una reacción física a un crimen físico”.


Es cierto. Pero Django es mejor que Lincoln por muchas cosas más. Sus ironías son logradísimas: que un cazador de recompensas alemán se transforme en un progre en el contexto del sur norteamericano en pleno siglo XIX es descarnado y provocador. Tarantino nos dice que la esclavitud en el Sur de su país fue tan terrible como la Alemania nazi. Es inimaginable que Spielberg se atreviera a algo así.

Leonardo DiCaprio en su papel de sádico propietario de cientos de esclavos y  Samuel L. Jackson como su servicial mayordomo consiguen escenas deliciosas con diálogos que permiten auténticos duelos interpretativos.  Samuel Jackson, con ese papel de mayordomo que lleva toda la vida viendo como los blancos discriminan a la gente de su raza y ya se siente convencido de que eso es lo correcto, que su misión en la vida es la de venerar a su amo, simplemente está genial. Por lo demás, la historia se repite como farsa: hoy está lleno de políticos que creen que sólo se puede gobernar siendo obediente de las corporaciones y que eso es lo normal: lo tienen internalizado como ese sirviente esclavo. El grupo A del congreso argentino puede dar fe de ello.
En la mejor escena de "Django", DiCaprio consigue reflejar con su ojos y palabras todo el odio de los opresores: apoyando sobre la mesa la calavera de un viejo sirviente de la familia, Candie (Di Caprio) se pregunta –con tal convicción que consigue que nosotros nos lo preguntemos con él– cómo es que todos esos negros que atendieron a su padre y a su abuelo no pensaron en rebelarse contra sus amos. ¿Por qué sencillamente no los mataron?




En esa escena se conjuga, quizás, la mayor provocación de Tarantino, pero también los riegos y las ambiguedades de las que debe echar mano un artista cuando aspira a convertirse en un director de culto.

No se pierdan Django.

4 comentarios:

Udi dijo...

El mejor Aldo Ulises Jarma se ve en estos posts. Muy bueno, maestro. Un abrazo !

Aldo Ulises Jarma dijo...

Gracias Udi! Gran abrazo!

Hernán dijo...

Que Spielberg es un director que generalmente no trata de interpelar políticamente está fuera de duda. Pero "Munich" es una película recontra jugada, porque le da con un caño a la política de vendetta por parte de Israel tras los asesinatos de sus atletas en los JJOO de 1972.

Aldo Ulises Jarma dijo...

Hernán: es cierto, quizás Munich sea la mejor película de Spielberg